Revista de Arte y cultura

Exposición colectiva en la Galería Ra Del Rey




ROA, arte urbano



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(Continuación de Parte I)

Sistema administrativo

El shogunato de los Tokugawa funcionaba a dos niveles distintos. Por un lado estaba el gobierno de la nación y por otro el  gobierno de la casa Tokugawa.
Lógicamente el sistema administrativo reflejaba esta dualidad.  Los asuntos nacionales, incluyendo las relaciones internacionales, defensa y control de los daimyo, estaban en los manos de los ROJU (ministros o secretarios de estado del shogunato), generalmente cinco o seis daimyo fudai  que se reunían en consejo para discutir los asuntos importantes  y que en turnos mensuales se ponían al frente de la administración general. Debajo de ellos estaban el delegado de Kyoto que actuaba como embajador en la corte imperial,  el comandante del castillo de Osaka encargado de la seguridad del Japón Occidental, y el comisionado para  templos y santuarios. Estos altos funcionarios salían igualmente de las filas de  los daimyo  fudai.

Sin embargo,  los asuntos propios de la casa Tokugawa, la administración  de las tierras y de los vasallos,  estaban en manos de vasallos directos  de los Tokugawa de diferente rango. Los puestos de más alto rango (hatamoto) eran hereditarios, designando normalmente el titular del puesto quien había de sucederle por estar mejor preparado, ya fuera uno de sus hijos o un hijo adoptivo. 

 Como suele ocurrir,  este sistema administrativo tan claro sobre el papel  raras veces funcionaba tan bien en la práctica. El sistema de rotación de puestos entre los altos funcionarios falló en su finalidad de evitar que uno de los altos funcionarios cogiera el control absoluto. Pero fueron algunos de estos funcionarios de fuerte y poderosa personalidad los que en situaciones de crisis hicieron posible una respuesta inmediata y decisiva.

Puede considerarse como equivocación el hecho de que la administración reclutara  a sus funcionarios de un círculo tan limitado de daimyo o vasallos que representaban una parte mínima de la clase de los samurai, pues dejaba abierta la puerta a favoritismos  y arbitrariedades. 


Comercio interior y exterior

Oda Nobunaga había favorecido la llegada de barcos extranjeros  y de misioneros católicos, entre ellos San Francisco Javier, ya que veía  las ventajas de la introducción de tecnología occidental, como las armas de fuego hasta entonces desconocidas en Japón que resultarían fundamentales en sus luchas, y también del cristianismo, en el que vió una fuerza contra las distintas sectas del budismo que se habían hecho sumamente poderosas, controlando parte del país.  Las primeras comunidades cristianas se formaron ante todo en la zona de Nagasaki, pero también en otras regiones de Kyushu y Honshu,  que fueron toleradas, ya que se les asociaba con el lucrativo comercio portugués. 











Hasekura Tsunenaga Se cree que este retrato fue pintado en Madrid o Roma en 1615  o 1616 durante la estancia de Hasekura en Europa como jefe de una delegación enviada por el Daimyo de Sendai.  Hasekura se convirtió al cristianismo y fue bautizado en Madrid en 1615. 


Hubo unos primeros contactos comerciales con Méjico.  En 1613 el daimyo de Sendai encomendó  a su vasallo Hasekura Tsunenaga  en el galeón San Juan Bautista, construido en Japón bajo supervisión española,  una misión diplomática y comercial  con Méjico y el sur de Europa. Hasekura se entrevistó con el Virrey en Méjico, tuvo audiencia en Madrid con Felipe III y en Roma con el Papa Pablo V. Sin embargo, la expulsión de Japón de los misioneros ordenada por el shogun Ieyasu  en 1614 enfrió la disposición española hacia el comercio con Japón. La misión falló y Hasekura volvió en 1620 a Sendai después de haber pasado dos años en uno de los asentamientos japoneses en Filipinas.


William Adams – Miura Anjin -  y los Red Seal Ships

La expulsión de los misioneros católicos tuvo que ver, en parte, con el establecimiento de misiones  comerciales holandesas  e inglesas en Japón y la presencia de William Adams, piloto inglés, cuyo barco de procedencia holandesa llegó en 1600 a la costa de Kyushu. Los misioneros católicos  portugueses, al enterarse de que la tripulación era protestante, declararon que se trataba de piratas  que había que crucificar. El barco fue transferido a Osaka y la tripulación encarcelada.  Ahí Adams fue interrogado por Ieyasu que se quedó impresionado por los conocimientos  de  Adams sobre navegación, barcos, construcción de barcos y  matemáticas. En los años siguientes Ieyasu empleó a Adams como consejero, agente comercial, piloto, constructor de barcos (construyó en 1604 el primer barco de vela  de estilo occidental de 80 toneladas con mano de obra japonesa), intérprete  y enviado especial. Hasta 1613 le estuvo prohibido abandonar Japón. Adams aprendió el idioma japonés e hizo suyas las costumbres  y hábitos japoneses. Ya siendo shogun,  Ieyazu declaró que el piloto William Adams había muerto y que había nacido el samurai Miura Anjin (piloto de Miura), le concedió un feudo  valorado en 250 kokus y  80 criados, y le entregó las dos espadas, signo de la dignidad  de samurai, nombrándole hatamoto  (portaestandarte), vasallo directo del shogun.
Adams  (Miura Anjin o Anjin-sama),  viajó por todo Japón  en asuntos oficiales y a partir de 1614, obtenido el permiso de abandonar suelo japonés, emprendió varios viajes  comerciales a Okinawa, Vietnam, Tailandia y Filipinas, en parte para mejorar la situación financiera del enclave comercial inglés en el puerto de  Hirado del que Adams era empleado.









Mapa de 1707 de Japón con un cartucho representando la audiencia de William Adams con el shogun. De Naaukeurige Versameling der Gedenk-Waardigste Zee en Land-Reysen. Se supone obra de Pieter van der Aa.



En los archivos japoneses Adams figura como propietario de un barco de sello rojo de 500 toneladas. Los barcos de sello rojo eran barcos  mercantes armados  que se emplearon  en el comercio con el sureste asiático en la primera mitad del siglo XVII.  Se trataba de una patente con un sello rojo que autorizaba  el empleo del barco para el comercio y, al mismo tiempo, le prometía protección contra los piratas de parte del shogunato. La patente más antigua conservada es de 1604 otorgada por Ieyasu, que con este método controlaba a los mercaderes japoneses y redujo la piratería al sur de Japón.   
Se sabe que aparte de comerciantes japones, 12  residentes europeos y 11 chinos recibieron esta patente, entre ellos William Adams y Jan Joosten, que había  llegado a Japón en el mismo barco que Adams.

Entre 1600 y 1635 se registraron más de 350 barcos de sello rojo que extendieron sus relaciones comerciales en el sudeste asiático y establecieron enclaves comerciales japoneses en Bangkok, Phnom Penh, Malaca, Indonesia y Manila, entre otros. Especialmente en el enclave de Manila la población japonesa aumentó considerablemente después de la prohibición del cristianismo por Ieyasu, al refugiarse allí muchos cristianos japoneses.











Barco japonés de sello rojo de 1634 que incorpora velas cuadradas y latinas de diseño occidental así como timón y construcción de popa occidental. 
El armamento de estos barcos consistía generalmente en seis u ocho cañones
Tokyo Naval Science Museum



Desarrollo cultural y ciencias occidentales 

Durante los siglos XVI y XVII mercaderes y misionarios ingleses, holandeses, portugueses y españoles introdujeron en Japón objetos materiales tales como relojes y armas de fuego, así como conocimientos técnicos sobre  la navegación y la cirugía. Debido a la  política de  Aislamiento Nacional del shogunato Tokugawa, a partir de 1639 los holandeses eran los únicos europeos  con permiso de entrar en Japón, limitación que se mantuvo durante 200 años. A pesar de la restricción severa de contacto entre holandeses y japoneses impuesta por las autoridades, la sed de saber más sobre occidente persistía entre los japoneses, incluso entre las mismas autoridades. En 1650 el médico de la Compañía de las Indias Orientales en Dejima acompañó al jefe de la colonia holandesa en su viaje anual a Edo, donde el mismo shogun le invitaría a quedarse unos meses más y enseñar a los médicos del shogun los conocimientos de la medicina holandesa.  En general fueron los médicos occidentales empleados en Dejima quienes introdujeron los conocimientos médicos occidentales en Japón, como el alemán Engelbert Kaempfer en 1688 y el sueco Carl Peter Thunberg  en 1776 ; a su vuelta a Europa, ambos publicaron sus  experiencias y conocimientos adquiridos sobre Japón.

Pioneros en la propagación en Japón de conocimientos occidentales fueron el astrónomo  Nishikawa Joken de Nagasaki y el sabio confuciano Arai Hakuseki  (1657-1725), consejero del sexto shogun, Tokugawa Ienobu.  Así mismo, el octavo shogun, Tokugawa Yoshimune,  con la esperanza de corregir el calendario japonés y así mejorar la producción agraria, puso fin en 1720  a las restricciones en la importación de libros chinos sobre temas occidentales (exceptuando los libros de temática religiosa que seguían prohibidos).  


Era Genroku (1680- 1709) y evolución posterior

El nombre de Era Genruku se aplica generalmente al tiempo de gobierno del quinto shogun, Tokugawa Tsunayoshi, y puede considerarse como la Edad de Oro japonesa. Durante la primera mitad del siglo XVII, el shogunato había procedido a la implantación de un nuevo sistema de clases. Se habían limitado los poderes de los daimyo  y las barreras de clase entre samurai, agricultores y habitantes de ciudad, llamados chonin, habían sido reforzadas. Bajo el régimen del cuarto shogun la seguridad del sistema político quedó claramente demostrada  y la política de control estricto se aligeró gradualmente. Se estaba promocionando la educación de los samurais para cambiar su rol militar, sin utilidad en tiempos de paz,  por  nuevas  funciones administrativas. Los  samurais dejaron de ser militares y se hicieron burócratas y señores. 

También entre los comerciantes, otros habitantes de la ciudad, y entre los prósperos agricultores, aumentó el número de gente instruida y se llegó a un alto grado de alfabetización. . El aumento de la producción agrícola y  el despegue del comercio en el siglo XVII fueron acompañados por el rápido crecimiento de las ciudades, especialmente de Kyoto, Edo (ahora Tokyo) y Osaka. Los comerciantes y artesanos de las ciudades,aunque permaneciendo en su bajo puesto en la escala social, alcanzaron una opulencia sin precedentes que estimuló el desarrollo de nuevos estilos de vestimenta, diversión  y arte hechos al gusto de ellos. A diferencia de los samuráis, que tenían que adherirse a una  cierta austeridad  en el cumplimiento de sus funciones militares o administrativas, los  artesanos y comerciantes urbanos eran libres de ganar y gastar dinero. Sus diversiones y tiempos de ocio estaban menos limitados por la tradición y sus gustos eran menos refinados. Mientras que los dramas del No se consideraban apropiados para el samurai,  el Kabuki y el Bunraku, teatro de marionetas, que habían surgido a comienzos del siglo XVII, se adaptaron más y más a los gustos de las audiencias urbanas. Se establecieron diferentes tipos de actuar y el autor teatral más famoso de Japón, Chikamatsu Monzaemon,  escribió tanto para el teatro Kabuki como el de marionetas.



Grabado de madera “Escena de una obra” por Masanobu Okumura (1686-1764) representado el Ichimura-za teatro de Edo al comienzo de  1740.


La introducción de mejores técnicas de impresión desde Corea al final del siglo XVI,  y el fomento de la alfabetización  general, aumentaron rápidamente la edición de libros mediante técnicas  xilografícas. Aparte de las obras clásicas japonesas y confucianas surgieron los sharebon,  libros de temática  urbana, frecuentemente satírica y frívola,  ilustrados con xilografías, muchas veces de los actores o cortesanas famosos del momento.

Entre 1720 y 1730 se empezó a añadir color a los grabados en estilo ukiyo-e, aumentando poco a poco el número de bloques de madera,  pero hasta 1764 no aparecieron los primeros grabados a pleno color. El editor se encargaba de todo: en el caso de libros hacia la prospección del mercado,  escogía el texto, encargaba a los artistas los estudios preparatorios, supervisaba a los grabadores e impresores. En los grabados la temática  se ampliaba,  la calidad era cada vez mejor y los formatos se engrandecieron;  la introducción de dípticos y trípticos permitía composiciones más complejas. 

El paisaje como sujeto independiente surgió relativamente tarde y sus maestros incuestionables fueron Hokusai con sus “Treinta y seis vistas del Monte Fuji” 
y Ando Hiroshige con sus “Cincuenta y tres estaciones del Tokaido”  o “Las cien vistas famosas de Edo”. 














Katsushika Hokusai (1760-1849).  Fuji-san rojo de su serie “Treinta y seis vistas del monte Fuji”


Como elemento  integrado dentro de la cultura del Período Edo a la cual  retrataba en su temática,  el ukiyo-e fue incapaz de sobrevivir a la lenta muerte de esta sociedad a las puertas de una occidentalización radical durante el Período Meiji. Artistas como Kobayashi Koyochika y Taiso Yoshitoshi, educados en su tradición, siguieron trabajando hasta finales del siglo XIX. Ambos fueron alumnos de Utagawa Kuniyoshi en su juventud  y  buscaron después nuevos medios de expresión. El primero incorporando estilo y elementos occidentales, y  concentrándose en ilustraciones para periódicos y libros  y temas patrióticos y  pinturas con técnicas occidentales. Taiso Yoshitoshi (1839-1892) es considerado el último gran maestro del ukiye-o , ya dentro del Período Meiji,  con sus Cien Aspectos de la Luna y  Nuevas Formas de treinta y seis espectros creados durante los últimos años de su vida. 

Taiso Yoshitoshi:  Luna de la montaña Inaba.  De Cien Aspectos de la Luna (1885)  En esta escena  el joven Toyotomi Hideyoshi lleva una avanzadilla de siete soldados contra el castillo con fama de inexpugnable del clan Saito en el monte Inaba. Por su brillante carrera militar y sus éxitos en la unificación de Japón recibió el título de regente y el apellido Toyotomi ya que por su extracción humilde no pudo ser nombadro shogun.  En 1590 Hideyoshi pasó el puesto de regente a su hijo  adoptivo Hidetsugo y tomó para si mismo el título de Taiko (regente retirado) –
Los Cien Aspectos de la Luna ilustra  cuentos y sagas japoneses y chinos , el dibujo resulta menos estático y más nervioso y de suma importancia las catelas que explican las distintas escenas o  contienen poemas. Quizás por estar en plena época de Restauración Meiji no hay ninguna escena referida a los Tokugawa pero sí  varios referidos a Hideyoshi y su hijo y a Oda Nobunaga.
(John Stevenson: Yoshitoshi´s One Hundred Aspects of the Moon. Hotei Publishing  Leiden. 2001)








El gran poeta de la era Genroku fue sin duda Matsuo Basho (1644-1694) que sigue emocionando con su poesía haiku, por algunos considerado como precursor del simbolismo francés y para otros un figura al modo del poeta inglés Wordsworth,  buscando la unión mística con la naturaleza. 
En los años de cambio al  siglo XVIII hubo un florecimiento de la erudición  en la clase samurai,  especialmente en los estudios del confucianismo. Especialistas en estudios chinos encontraron caminos muy originales para adaptar las ideas del confucianismo a la sociedad japonesa. Fueron también los años en que empezaba a nacer la disciplina del estudio de los clásicos japoneses  en sus diferentes formas de poesía, novela , crónicas y ensayos.


Utagawa Hiroshige (1797-1858). Nieve nocturna en Kambara
de “ Las  cincuenta y tres estacione del Tokaido”



Evolución del estado bajo el sistema bakuhan

El diseño de la sociedad japonesa y su cultura mantuvieron su aspecto general desde el siglo XVII hasta la mitad del siglo XVIII. Pero el aislamiento y la tranquilidad interior del país no pararon los cambios sociales y políticos.
Los tres primeros shogunes perfeccionaron los mecanismos de control  y la maquinaria administrativa de sus regímenes, e hicieron enormes esfuerzos para inclinar la balanza de poder a favor del shogunato. Estas medidas, en cierto modo, aseguraron durante 200 años las sucesivas sucesiones en el shogunato de un Tokugawa, pero la excesiva rigidez de sus normas hizo difícil o casi  imposible una reacción rápida ante acontecimientos nuevos y sin precedentes. 

El siglo XVIII trajo consigo desastres naturales, sequías, plagas de langostas,  con el resultado de terribles hambrunas y revueltas campesinas y urbanas. 
El shogunato organizó acciones de ayuda vaciando sus propias reservas de arroz, concediendo ayudas y minoraciones de impuestos para las zonas más afectadas, limitando la producción de sake y exhortando a los ricos y las instituciones religiosas para socorrer a los hambrientos. Se calcula que hubo cerca de dos millones de afectados y que unos 12.000 murieron de hambre. Esta situación repercutió negativamente en las finanzas del shogunato, que no pudo sufragar plenamente los sueldos de sus funcionarios y servidores. Se intentaron solucionar los problemas con una serie de reformas que se extendieron desde 1716 a 1745 y que consistieron en la  devaluación de la moneda, una mayor burocratización de la administración, ante todo la financiera, el aumento de impuestos y , como contrapartida, mayor permisividad  respecto a las inversiones de capital mercantil urbano en el campo. Esto último constituyó el germen del posterior desarrollo comercial y el establecimiento de grandes casas comerciales como por ejemplo, Mitsui y Sumitomo.

Hubo diversos planes de reformas, tales como las Reformas Kansei y Tempo, sin mucho éxito y que además, en lugar de crear tranquilidad en el país, lograron el efecto contrario.

Hasta finales del siglo XVIII los problemas del shogunato habían sido en su mayor parte domésticos, pero con la aparición de barcos rusos y británicos en aguas japonesas a comienzo del siglo XIX se añadió la amenaza exterior. 

En 1853  la crisis culminó con la llegada de Commodore Mathew Perry, quien entró en la Bahía de Edo,  presentó sus credenciales como representante de Estados Unidos y solicitó la apertura de relaciones comerciales entre Estados Unidos y Japón. El Consejero Mayor del shogunato, Abe Masahiro, viéndose en una situación imposible y sin saber como actuar, procedió de un modo que señalizaba el fin del poder de los Tokugawa. Al requerir la opinión de todos los daimyo, incluídos los tozama, sobre el requerimiento de los norteamericanos de abrir los puertos japoneses, abandonó la prerrogativa del shogun de determinar unilateralmente la política exterior. Animando a los daimyo para que reforzaran sus propias defensas costeras, debilitó el poder del shogunato sobre el control de aquellas fuerzas militares. Con el final del aislamiento de Japón y el progreso de la tecnología militar, el shogunato perdió su capacidad de afirmar su autoridad a nivel nacional, lo cual llevó al régimen Tokugawa a su final. 

En 1854 se firmó el tratado con los Estados Unidos, dándoles acceso a los puertos de Shimoda y Hakodate  y otorgándoles el derecho de instalar servicios consulares en Shimoda, y posteriormente los tratados con Gran Bretaña, Rusia y los Países Bajos. En 1858 se firmaron tratados comerciales  (ANSEI COMMERCIAL TREATIES) con los poderes extranjeros, a pesar de la opinión en contra del emperador y de parte de los dignatarios japoneses. 

En un último esfuerzo de conciliación entre los distintos bandos, el último shogun, Tokugawa  Yoshinobu, intentó formar un gobierno de unidad nacional en el cual estarían representados el shogunato, los daimyo y  los nobles  de la corte con el emperador como símbolo de la unidad nacional. Al no avanzar con este proyecto, el shogun ofreció su dimisión para hacer posible un gobierno de coalición. Sin embargo, el movimiento anti-Tokugawa capitaneado por jóvenes samurais nacionalistas y personajes clave  de la corte  había ganado fuerza. En 1868 este grupo capturó al emperador y proclamó en su nombre la restauración del poder imperial. 


En las siguientes luchas armadas entre el autoproclamado ejército imperial y las fuerzas  mermadas de Tokugawa, ya que la mayoría de los daimyo sin saber a que atenerse decidió  no actuar,  ganaron las fuerzas imperiales. El antiguo shogun decidió capitular y se retiró a Shizuoka, residencia del primer shogun, Ieyasu. Las tierras confiscadas a Tokugawa sirvieron como núcleo del nuevo poder y control imperial. Se eliminó completamente el sistema bahuhan, que durante 250 años había sido la base del regimen Tokugawa, dejando libre el camino para amplias reformas y para la modernización que caracterizarían los primeros años del Período Meiji.


Reflexión: Influencia del periodo Edo en la actualidad

Hasta el siglo XX la sociedad japonesa se ha mantenido prácticamente  aislada del exterior, lo que ha contribuido a preservar su particular idiosincrasia de las influencias de otras culturas. Este aislamiento  ha acentuado tanto las virtudes como las debilidades de una sociedad cerrada, en la que pese al paso del tiempo, y la modernización política y económica, actualmente siguen presentes notas peculiares del periodo Edo. Entre las virtudes,  son características de esta sociedad  la identificación estrecha del individuo con el grupo, la armonía social que ésto genera, y una gran capacidad para el esfuerzo en común (tal como estamos viendo en este momento después de la devastación causada por el terremoto y el tsunami de marzo de 2011 y el peligro de los reactores atómicos de Fukushima). 

Entre las debilidades destacarían la subordinación del individuo al grupo (atribuyendo escasa  importancia al desarrollo y a la expresión libre de la personalidad individual), y  el egocentrismo nacional (que propicia su impermeabilidad a las influencias culturales internacionales, el miedo al exterior, y la incapacidad de asumir sus errores como nación). 

A pesar de que Japón es miembro de la comunidad internacional desde hace más de cien años, estas fuerzas y debilidades siguen manifestándose tanto en el comportamiento individual como en el colectivo y nacional.

En los 250 años de régimen Tokugawa con su sistema de clases, el énfasis en el bushido como guía ética y moral de la clase dominante de los samuráis, sus múltiples reglas, restricciones y  normas, dejaron su impronta  sobre el pueblo japonés, la cual no desaparecería con la restauración Meiji y su abolición del sistema de clases. El militarismo de la primera mitad del siglo XX  constituye un legado de  las ”virtudes” marciales del bushido que lanzó al país a las guerras de conquista contra Corea y China, y finalmente, a la Segunda Guerra Mundial. Es destacable la crueldad y sadismo de las tropas japonesas en dichas contiendas, que los últimos supervivientes de los prisioneros y sus familias siguen recordando con horror, y que el estado y la sociedad japonesa continúan sin reconocer y asumir.

La capitulación de 1945 con el país arrasado por los bombardeos y las dos bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki fueron un duro punto de inflexión para el pueblo, pero también el final de una pesadilla. La ocupación por las tropas extranjeras, hecho nunca antes había ocurrido, supuso un choque extremo entre culturas, pero abrió, ante todo entre los jóvenes, nuevas perspectivas de vida y la tendencia hacia el “American way of life”. La constitución de 1947, inspirada ampliamente en la de los Estados Unidos y las leyes británicas,  revolucionó  el sistema  político, declarando que la soberanía del pueblo reside en su gente y no en el emperador, eliminando el poder político del emperador, cuyo  papel se reduce a lo meramente representativo y simbólico.

Desde los primeros gobiernos de la posguerra hasta el día de hoy, el poder político ha estado en manos del partido conservador, siendo característica la corrupción y el hecho de que los puestos políticos importantes, pese a las reformas democráticas, frecuentemente han seguido pasando de padres a hijos,  como si fueran hereditarios y continuara el Período Edo. 

También puede considerarse herencia aquel periodo el conocido como “salaryman” de las grandes empresas, especie que en la actualidad parece condenada a extinguirse.  Las grandes empresas selecciónan cada año entre los jóvenes aspirantes a los que mejor responden al perfil deseado. La incorporación a la firma les asegura un puesto de trabajo vitalicio, pero exige una dedicación y lealtad a la empresa absoluta, en un sistema caracterizado por su extremo paternalismo, anclado en el neo-confucianismo. Como contrapartida, la empresa procura al “salaryman” sueldo, gratificaciones, actividades de recreo y vacacionales, y ascensos, en función de los años trabajados para la compañía. 

Otro legado del Período Edo (en el que existían minuciosas y detalladas instrucciones para las diferentes clases sociales) lo constituyen las actuales reglas y estrictas formas de cortesía exigidas para cada ámbito y cada ocasión.  Éstas no se esperan del extranjero, pero son imprescindibles entre japoneses. Su rigidez dificulta incluso las relaciones de los japoneses retornados a Japón tras haber vivido en occidente, con la consiguiente adaptación a esquemas sociales más relajados.



Nota final:
No quisiera que las conclusiones anteriormente expuestas se interpretaran como una animadversión personal hacia la cultura y el pueblo japonés. Durante más de veinte años he tenido el privilegio de trabajar en una firma japonesa en su delegación de Madrid, lo que me ha permitido tratar y conocer de cerca a muchos japoneses y establecer fuertes lazos personales. A través de ellos me he aproximado a su fascinante cultura y he disfrutado conociendo una mentalidad distinta, con un modo de actuar en el que destacan la amabilidad y cortesía, la responsabilidad, la lealtad hacia el grupo y la generosidad. 

Como muestra de estas virtudes, puedo destacar la renuncia voluntaria y sin indemnización al puesto de trabajo de una directiva de mi empresa, para así poder “salvar”, en estos tiempos de crisis, los puestos de trabajo de dos empleados con responsabilidades familiares. Este sería un ejemplo elogiable de  renuncia a los propios intereses del individuo frente a los del grupo en el que se integra, grupo que constituye una prolongación del individuo sobre el que prevalece.  


Escrito por
M.Freis



Bibliografía
Japan – an illustrated enciclopedia, Kodansha Ltd. Tokyo. 1993
John Stevenson: Yoshitoshi´s One Hundred Aspects of the Moon. 
Hotei Publishing  Leiden. 2001
J. Hillier: Japanese Colour Prints. Phaidon Press Ltd. London
3rd edition. 1993
Peter Popham: The Insider´s Guide to Japan. Moorland  
Publishing Co.Ltd. 1989

(Viene de Parte I )

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