Revista de Arte y cultura

Exposición colectiva en la Galería Ra Del Rey




ROA, arte urbano



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EL JINETE AZUL Y SUS ORÍGENES

Jinete Azul no era ni una escuela ni un movimiento: no fue más que un episodio breve en la historia del arte del siglo XX. Sin embargo, esta asociación de amigos que se aglomeró alrededor del pintor ruso altamente provocativo, Wassily Kandinsky, y un joven pintor alemán prácticamente desconocido, Franz Marc, ha dejado su impronta sobre el arte del siglo XX. Entre Diciembre de 1911 y Mayo 1912, por medio de una única publicación y dos exposiciones, y a pesar de circunstancias que podrían haber resultado en disputas y expulsiones,  El Jinete Azul logró reunir bajo su bandera una mayoría de los grandes artistas creativos de aquel tiempo. Unidos por su creencia en una renovación espiritual de nuestra civilización, ellos veían como meta un arte que no conocería “ni nacionalidades, ni fronteras, sino únicamente lo humano”. 
Profundamente cosmopolitas en sus puntos de vista, Wassily Kandinsky y Franz Marc pusieron todo su empeño en avanzar su visión del futuro sin preocuparse por las nubes de tormenta que se estaban ciñendo sobre Europa. Los editores, como ellos se llamaron a si mismos, estaban  no sólo previendo importantes cambios en el campo de la pintura, de la música y del teatro sino también de la ciencia.
Durante los pocos meses de duración de su trabajo en el Jinete Azul estos dos artistas desplegaron una febril actividad  y puede dejarnos estupefactos el amplio espectro abarcado por ellos si nos fijamos en la cantidad y variedad de los artículos escritos únicamente por artistas, siguiendo el postulado de Delacroix,  del cual cogieron la siguiente cita de su Journal:” La mayoría de los libros sobre arte han sido escritos por gente que no son artistas. De ahí tantas ideas y juicios falsos basados en caprichos y prejuicios”.  De semana en semana, o más bien de un día a otro, tanto Kandinsky como Marc avanzaron en su visión del mundo hacia la meta anhelada de una visión espiritual del arte. Dejando atrás diferencias formales, que en el análisis final son   casuales, esta visión hizo posible establecer una relación fundamental entre la incipiente abstacción y el realismo del Douanier Rousseau,  entre el arte folklórico africano y bávaro y los últimos logros de la vanguardia europea. Artistas tan distintos como Arp, Braque, Delauney, Kirchner, Klee, Kubin, Macke, Malevich, Matisse, Münter,  Nolde y Picasso, entre otros, podían reunirse en una empresa que no dudaba de poner sus trabajos al lado de dibujos infantiles o las pinturas del Greco. 


Gabrielle Münter
Portada definitiva de Jinete Azul
diseñada por Kandinsky
Pero la curiosidad infatigable de los editores del Jinete Azul no se paró aquí. Los descubrimientos de Schoenberg en la música y las investigaciones de Kandinsky en el campo de la composición para el teatro prometían llegar a la obra total de arte tal como Wagner lo soñó  y dejó incompleto.
El Jinete Azul nunca alcanzó esta meta. Incluso antes del comienzo de la guerra, los editores, convencidos de que el tiempo no estaba maduro para la revolución “del nuevo modo de  ver y oír” propuesta por el Jinete Azull,  aplazaron  la edición del segundo número del almanaque sine díe. La muerte en la guerra  de Franz Marc en 1916 cerró definitivamente la posibilidad de continuar esta aventura tan fresca y de tan amplias miras.
Los dos editores, Kandinsky y Marc, sin embargo, se olvidaron de mencionar y recordar que la tercera persona activamente  implicada en esta aventura fue Gabriele Münter, joven pintora con estilo propio inconfundible, en 1901 alumna de Kandinsky  en la escuela de pintura Phalanx, fundada por él y desde 1903 compañera suya.

HISTORIA FAMILIAR  E INFANCIA EN WESTFALIA 

Gabriele Münter nació en Berlin en 1877  como hija del dentista americano Carl Friedrich Münter y de Wilhelmine Scheuber. Su padre, oriundo de Westfalia,  al mostrar tendencias revolucionarias en su juventud había sido despachado a los Estados Unidos por sus padres para evitarle a él y a la familia problemas con la ley y las autoridades. En América había fundado varios negocios con bastante éxito económico y se había hecho  farmacéutico y dentista. La familia de la madre era de un pueblo de Suabia y, debido a su  pobreza  y las nulas posibilidades de mejorar su nivel de vida, junto con otros vecinos, había emigrado a América con el viaje costeado por la parroquia del pueblo. La madre vivió parte de su infancia en una de las típicas carretas a la conquista del oeste y como mayor de nueve hermanos había aprendido a implicarse en todos los trabajos y nunca tuvo dudas acerca de la igualdad entre hombre y mujer. Carl Friedrich y Wilhelmine,  viviendo en Tennessee, al estallar la sangrienta guerra de secesión entre los estados norteños y sureños, se vieron cogidos entre los frentes. Sus ideales  de libertad les unieron al Norte pero su situación económica dependía del crecimiento del sur. Como ellos, al igual que la mayoría de los inmigrantes alemanes,  habían llegado como  refugiados políticos, despertaron  la sospecha entre sus vecinos de apoyar a los enemigos  de la esclavitud, es decir a los Estados del Norte.  En diciembre de 1864 abandonaron los Estados Unidos y se trasladaron a Berlin donde el padre abrió su consulta  como “dentista americano”  en la mejor zona de Berlín y donde nacieron sus cuatro hijos. Lo de dentista americano se debía a que en la Alemania de los años sesenta del siglo XIX , los estudios de medicina dental estaban todavía muy postergados dentro del campo de la medicina mientras que en América estaban a un nivel muy superior  y   más adelantados. 
En 1878 la familia Münter abandonó Berlin y se estableció en la ciudad natal del padre en Westfalia,  lo que se tradujo  en dejar atrás la libertad de la capital y la inserción dentro de la tradición familiar y  de una  mentalidad  tan distinta en el Norte de Alemania. 
 La amistad no se obtenía fácilmente, había que luchar por ella. Pero si se había logrado la confianza se podía  contar con la fidelidad y lealtad  incondicional. El no cumplimiento de la palabra dada y la traición herían el orden del mundo. La insistencia tenaz, un sentido para lo auténtico y la alta valoración dentro del protestantismo  de la palabra que reforzaban la seriedad de una promesa caracterizaban el mundo de la infancia de Gabriele Münter. Ya de pequeña aprendió que detrás de cada palabra había una verdad y que de ello  dependía la seguridad del mundo personal de cada uno. 
Debido a la diferencia de edad con los hermanos, Gabriele creció sola y muy pronto empezó a dibujar. Los lápices sustituían a los compañeros de juego y ya en sus dibujos infantiles se descubre su modo característico de analizar las cosas dibujando. Sin embargo, ni ella ni su familia consideraban su talento pictórico como excepcional y tampoco el entorno resultaba estimulante ya que el arte se limitaba a grandilocuentes obras que ensalzaban el poder político y económico logrado en aquellos años.

PRIMERAS CLASES DE DIBUJO EN DÜSSELDORF

En 1897 Münter se fue a Dusseldorf, en aquel entonces considerada como “la ciudad de la pintura” para tomar clases de pintura con un profesor privado, ya que ninguna de las academias admitía mujeres como alumnas  por considerar que mujeres y hombres juntos en clases de dibujo al desnudo constituían  un atentado contra la moral.. La enseñanza recibida no satisfacía a Münter en absoluto ya que se le exigía un estilo recargado de dibujo que no le iba  y el profesor no admitía que ella siguiera en su línea de contornos claros intentando llegar al fondo de  lo que ella consideraba realmente importante. 

LA CONEXIÓN ARMERICANA – DE NUEVA YORK A TEXAS

Girl with a doll
Dibujo a lapiz.Plainview/Texas
11.1.1900

 Estuvo a punto de dejar la pintura y ejercerla únicamente  en el plano de lucimiento admitido para una chica de clase media, cuando surgió  una invitación de sus familiares americanos y  se embarcó  con su hermana mayor  en un viaje de dos años por los Estados Unidos, desde Nueva York y Boston hasta los estados del sur como Arkansas y Tennessee  y los rincones más apartados de Texas a donde todavía no llegaba el tren. Y fue durante este viaje que comprendió,  que hasta aquel  momento siempre se había considerado dibujante, el poder del color. Le fascinaron la fuerza de las líneas claras y los colores fuertes de los anuncios de publicidad y el poder de la naturaleza que no se dejaba sojuzgar duraderamente.
 Los apuntes, cuadros  y fotos hechos durante este viaje demuestran este cambio en el modo de ver e interpretar. No hay nada romántico en ellos, la naturaleza no se empequeñece con vistas idílicas, los paisajes mantienen su inaccesibilidad e impenetrabilidad


Gabrielle Münter
Anochecer en St.Louis
Dibujo en color
Otoño 1898



ESTUDIOS DE ARTE EN LA ACADEMIA PARA DAMAS DE MUNICH

En la primavera de 1901, de vuelta en Alemania,  una  amiga suya del tiempo en Dusseldorf le comunicó  que se había mudado a Munich y  que estaba muy satisfecha con la enseñanza y la animó a seguir su ejemplo e inscribirse en la Academia para Damas.
 A pesar de que Munich tenía fama de ser una de las ciudades más progresivas para mujeres no existía ninguna posibilidad de que la Real Academia de Arte admitiera mujeres como estudiantes. Para alcanzar los niveles de los estudiantes masculinos favorecidos por planes de estudio reglados,   las mujeres tenían que poseer una fuerza de voluntad férrea  y obstinada para encontrar caminos abiertos a ellas. Y también el aspecto económico pesaba ya que para la enseñanza privada se tenía que contar con un presupuesto cinco veces mayor que el de un estudiante de la enseñanza oficial para hombres. El plan de estudios de la Academia para Damas seguía al de la Real Academia; las alumnas trabajaban en los estudios o al aire libre  con varias sesiones semanales de corrección y podían escoger sus profesores. 
Junto a la Asociación de  las artistas y amigas del arte de Berlin (1897) y la Escuela para pintoras de Karlsruhe (1885) , la Academia de Damas  pertenecía a las primeras instituciones docentes de iniciativa privada fundadas por mujeres para reducir los obstáculos con que se encontraban las mujeres  a la hora de querer estudiar en serio. Y desde luego no resultaba nada fácil seguir con los estudios, de aguantar la mofa e ironía de los hombres hacia las mujeres con estudios y el desprecio en prensa y publicaciones a que estaban expuestas. 

ENCUENTRO CON KANDINSKY

 Al encontrar la enseñanza en la Academia demasiado lenta y el enjuiciamento de los trabajos de las alumnas, blando,  con una temática femenina edulcorada, Münter se inscribió al año siguiente en un curso de modelado en la recién fundada asociación de artistas  y escuela “Phalanx”  donde aceptaban  las mujeres como alumnos en igualdad de condiciones y lo completó con clases de pintura impartidos por Kandinsky,   miembro fundador de la asociación. La gran seriedad artística, la capacidad pedagógica y la madurez humana de Kandinsky atraían  a los estudiosos y dado que él mismo estaba todavía buscando la forma de expresión artística válida para su propio trabajo era sumamente cauteloso en el modo de influir en sus alumnos. El fue el primero que reconoció la visión creativa  de Münter que iba unido a su talento sin deformar de dibujante. Kandinsky la animó a considerar el dibujo como una metamorfosis de la realidad que resalta con más libertad lo esencial dentro de una multitud de impresiones, es decir que hace  el enunciado más abstracto. 

Münter había alcanzado su meta. Liberada de sus dudas comunicó a sus hermanos el haber encontrado finalmente el profesor adecuado para quien la palabra arte iba unida a conciencia,  respeto y misión interior. Kandinsky, a su vez, le dijo: “eres  desesperante como alumna – no se te puede enseñar nada. Lo tienes todo en tu naturaleza. Lo que puedo hacer por ti, es proteger y cuidar tu talento para que no se añada nada falso.” 
De los recuerdos de los alumnos de Kandinsky sobresale su capacidad de mostrar a cada uno su propio camino, de respetar el talento y modo de actuar de cada uno y ayudarles a potenciar el talento innato mediante el razonamiento evaluador.
Durante el verano de 1902 Kandinsky fue  con sus alumnos durante varias semanas a Kochel para practicar la pintura de paisaje y es ahí que Kandinsky efectuó  los primeros acercamientos personales a Münter.  Ella le admiraba, veía  su gran capacidad artística y estaba deslumbrada, pero sabia que Kandinsky estaba  casado y  no quería  en absoluto figurar como amante suya.  Kandinsky prometió divorciarse en cuanto le fuera  posible ,  declaraba que la necesitaba para poder vivir y trabajar y que lo suyo sería un matrimonio de conciencia que se legalizaría en cuanto fuera posible. En 1903  ella cedió y se estableció  una unión que duró  hasta 1915,  que le trajo  muchos sinsabores, que de parte de Kandinsky funcionaba  mejor en la distancia, cuando podía  recrearse en la imagen  de la compañera ideal,  que actuaba únicamente según su mandato, que él veía  como su segundo yo y que no podía  insistir en que él se enfrentara  a su situación personal y cumpliera  su promesa de matrimonio . Münter   cometió  el error de someterse a sus deseos, de abandonar sus propios deseos y pensar, según la educación habitual para mujeres, que el hombre como marido era el responsable del futuro de la pareja. Kandinsky, al sentirse incapaz de aceptar que su mujer y su “novia” viviesen en la misma ciudad,  obligó a Münter a vivir durante temporadas en casa de su hermana, y dejar la vida en común  con Kandinsky para  los viajes a Holanda, Tunez, Italia, el sur de Francia y Paris.

PARIS – CENTRO DEL DESARROLLO DEL ARTE

 Fue en Paris que Münter emprendió  en cierta manera, una vida independiente, asistiendo a  clases de pintura, dibujo y grabado en  La Grande Chaumiere  y tomando  parte en exposiciones, por primera vez se sintió  pintora profesional.  Kandinsky, con depresión e incapaz de soportar compañía, se instaló en Sèvres,  en las afueras de Paris,. Münter se quedó en la ciudad y disfrutó de la vida cultural y artística , frecuentando  el salón de Gertrude Stein donde conoció a Juan Gris y disfrutando  de las visitas diarias a las galerías de vanguardia. 

Gabrielle Münter


Paseo en la orilla del Sena.. Óleo sobre. Cartón 15.9x17.9 cm.
KUNSTHALLE EMDEN. COLECCIÓN HENRI NANNEN



En sus dibujos y la obra gráfica sorprende la claridad de las líneas y su capacidad de resaltar y hacer visible lo esencial en formas recortadas , armónicas pero nada edulcoradas. En la pintura necesitaría  otros dos años para hacerse con su estilo propio, característico, en armonía con su modo de ser y ver la vida, ya que para ello tenía que abandonar, en primer lugar, el trabajo con espátula.  Pero su óleo  Paseo en la orilla del Sena  y, ante todo, sus cuadernos de estudios con más de 450 páginas demuestran cómo había sido animada por la explosión de colores de los Fauves, Matisse, Vlaminck y Rouault,  y que  estaba  desarrollando su propia escritura artística.


Escrito por
Marianne Paul


(Sigue en: Gabriele Münter y el Jinete Azul/ II )











  



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